PARÍS 1955

En 1955 dos tipos toman café en una terraza en París, en una calle cuyo nombre no importa demasiado (al igual que el de la cafetería). Uno de ellos trae consigo un libro en blanco, pero no sus páginas, sino su nombre y su autor que aún no ha nacido. Faltan muchos años para que ese libro sea escrito, y pasarán siglos de comentarios a sus páginas llenas de todo lo que la gente buscaba, llenas de las palabras para ensalzar los sentimientos de las generaciones venideras. Y sin embargo, alguien ya lo conoce, sin su nombre, sin su autor, sólo sus páginas. Es un libro en blanco que dice más que todos los que están coloridos en 1955, en una cafetería de París. El número de páginas no viene en ningún borde. El caballero dueño del libro tampoco ha querido contarlas, y si lo hubiese intentado, a la larga habría tenido que desistir, porque este libro no tiene extensión, sólo sus páginas, las que ha descubierto el caballero. El segundo tipo lleva consigo una marioneta, un periódico del día, y un reloj de bolsillo sin manecillas y que siempre da la hora exacta. La marioneta tiene forma humana, como muchas marionetas, pero nadie sabe decir en 1955, ni aún hoy, si esa marioneta es un hombre, una mujer, si es vieja o joven, si acaso no tiene otra forma. La marioneta tiene hilos no dirigibles, y expresa las emociones más hondas, con los gestos más simples, y desde que se movió por primera vez, aquel que la ha visto se ha emocionado enormemente al sentirse reflejado en la marioneta. El periódico del día trae en su portada una noticia muy importante, que ha sido redactada minuciosamente, con lujo de detalles y más información que en los otros diarios. Dice el periódico que la bolsa baja, que el paro sube, que le gobierno fracasa, que las guerras aumentan y la violencia toma el mando. En 1955 un periódico vaticina el fin del mundo, pero el mundo no quiere hacer caso del periódico y no se acaba. El reloj de bolsillo sin manecillas y que marca la hora exacta no es suizo, no es europeo, es africano, asiático, árabe, indio, es de procedencia neozelandesa o de otras islas del Pacífico, incluso sudamericano o antártico, pero no es europeo. El reloj marca la hora exacta en cualquier país del mundo sin necesidad de cambiarla previamente. Pero este reloj no tiene manecillas, por lo que mirarlo, darle cuerda, o compararlo con otros relojes es irrelevante. Este reloj es un autentico reloj que marca la hora exacta en cualquier país, y por eso ni tiene manecillas, ni las necesita.



Los dos hombres toman su café sin mirarse demasiado. El libro sobre la mesa, el periódico sobre el libro, la marioneta sobre el periódico y el reloj en el bolsillo de la marioneta. Entonces los dos tipos se levantan, pues ya terminaron su café. Ninguno de los dos recoge nada de lo que trajo consigo, se queda todo en la mesa. Entonces la gente pasa y mira la escena, alguien la escribe, con una mano tullida y una voz muerta de cansancio. Otros se sorprenden y componen canciones fúnebres, baladas tristes y alegres que no empiezan ni tampoco acaban. En un balcón un viejecita se ríe, porque ella sí sabe que está pasando en esa mesa de una terraza parisina. Ella conoce el nombre del libro, el del autor, las verdades del periódico, qué marioneta es, y qué hora es ahora en el reloj. Pero la risa ha hecho saltar su frágil corazón, y ha muerto en el balcón mientras se reía de la escena de la terraza de una cafetería en París 1955.

Guillermo Gómez Tirado.



Gracias a Guillermo por participar en Zanahorias parlantes la cual a partir de ahora le dedicará un espacio entre sus entradas, esperemos que este filósofo sevillano siga sorprendiendonos con sus escritos.

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